El % dels mentiders

En una enquesta electoral, és a dir, fer sondejos i predir resultats, el procediment es basa a determinar la qualitat de l’enquestat com a dada, i en la confiança que diu la veritat. Són les condicions propícies per a l’aparició de la mitjana. En una enquesta realitzada online a 1200 persones sobre la seva intenció de vot en les pròximes eleccions gallegues, i publicada avui, s’indica que l'»error mostral és +-2,8% (per a un 95% de confiança)». El País. 11-02-24. Aquí hi ha un 5% de gent que ha estat parametritzada com «no confiable». Efectivament, els estudis indiquen que hi ha un 4% de la població que desconfia obertament de les enquestes. Som els mentiders.

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La curva. Patologías gráficas

Acaba de salir el libro La curva. Patologías gráficas, publicado por la editorial Cátedra. Se trata de una reflexión sobre la relación entre el uso de las curvas gráficas y la gestión de los desastres a partir de la experiencia de la pandemia.

La pandemia de la covid se acabó, pero ¿qué imágenes ha dejado? Los desastres producen siempre imágenes impertinentes vinculadas inexorablemente a su gestión. Son imágenes que nos hablan de crisis de gobernanza. Es por ello que la imagen triunfante de la pandemia ha sido la curva, resultado de la aplicación masiva de modelos métricos que proyectan elocuencia, control y objetividad.

Hace tiempo que la estadística es una forma de gobernar, en los mercados, en la ciencia, en la política. Sin embargo, no deberíamos olvidar que las curvas gráficas, con sus diagnósticos y pronósticos, no describen únicamente la salud de los fenómenos, sino que también inscriben y prescriben los modos de interpretarla, reduciendo severamente una comprensión compleja de los mismos.

La curva se ha convertido en el teatro en el que observar el mundo de las crisis. Pero también es una patología en sí misma, un síntoma sobre un problema acuciante: ¿Cuáles son las imágenes del desastre? ¿Por qué existe un monopolio de las mismas? ¿Existen curvas u otras imágenes que ayuden a buscar soluciones, más allá de ser meras descripciones interesadas?

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La família Peale

Charles Willson Peale: The Peale Family, 1773, acabat el 1809.

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The Wizard of AI

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Watch a Russian Soldier Surrender to a Ukrainian Drone in Bakhmut

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«Pots dubtar de tot, llevat de les dades» (Govern francès, nov. 2021)

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Teles

Era un hombre que pocos recordarán. Murió la semana pasada. Nació en 1930. Uno más de los millones a los que la historia les pasa por encima sin que se enteren. Espero que este post quede como el mojón que encuentras en un camino y que habla de una antigua presencia. Unas piedrecitas sobre otras. Quien sabe quien las puso. El cielo de la humanidad está en la memoria, por desvanecida que acabe, por pocos que puedan leer esto.

Algunos le llamábamos papá, pero se llamaba Telesforo, así, a lo griego, el que trae o contrae la distancia, aunque todos le llamaban Teles, lo que daba para mucha chanza. Que si pon la Teles, que si suena el telesfono, que si llaman al interforo, que si nos subimos al telesférico. A él le importaba un comino. Más bien se aprovechaba de su nombre para tomar el pelo. Una vez, haciendo la mili en el Pirineo, se hizo llamar Cristóbal Colón porque el sargento no se creía su nombre: “Así me gusta”, dijo el chusco, “nombres y hombres de verdad”. Ya ves, Colón, el que trae o contrae la distancia.

Así era él, un Séneca moderno, cordobés, como toca, estoico, honesto, seco en las bromas. Los hombres buenos son así: sin aspavientos ni glamour.

Vino a Barcelona de pequeño con una mano delante y otra detrás, con el grueso de la familia. Su padre, el abuelo Juanico, era el de los jeringos (los churros) en el pueblo. Antes de acabar la guerra, ya había perdido todo lo poco que tenía. Así, que a Barcelona! apiñados en el “tren de las 70” (horas). Al llegar, Juanico lo envió a hablar con un tío suyo, un jefecillo de policía que operaba en el Estadio de Montjuïc repartiendo indistintamente ostias y prebendas entre los inmigrantes que se concentraban en su interior. Mucha prebenda no cayó, pero sí algunos contactos que hicieron que la familia acabara instalada en un bajo de ratas por la calle Sant Pere més Baix, en el barrio de Santa Catalina, cerca del mercado, y que Teles consiguiera ser mozo de tienda.

Fue creciendo junto a la pandilla de amigos en las calles del Raval, del Chino de entonces. Cuando dejaban de trabajar por la tarde, iban Rambla arriba y abajo, siempre fascinados con todo, con las calles llenas de señoras que ofrecían servicios, jugando al fútbol en cualquier sitio, comiendo jeringos. A veces, pasaban la Gran Vía y flipaban con la vida del Ensanche. Teles iba mucho por ahí haciendo recados y poco a poco fue entendiendo el catalán, predominante en el negocio textil en el que se movía. Pronto lo habló. No tenía mal acento, y el hecho de que como cordobés no ceceaba le ayudó mucho. Aunque metía gazapos considerables, a él eso nunca le importó. Contaba que a veces se mofaban de sus castellanadas, pero que él siempre contestaba lo mismo: “Vale, ¿y cuál es la forma correcta?”. Así era él, nunca se tomaba nada personal, todo conflicto era una forma de aprender. Uno de sus consejos era: “Si alguien te grita, tú te callas. Y cuando acabe, le dices: Como le iba diciendo…”. Lo he aplicado muchas veces. It works.

Creció y siguió en el mundo textil, de viajante comercial y representante de fabricantes de ropa de Sabadell y Terrassa, quienes como reconocimiento a décadas de dedicación le regalaron, al jubilarse, una pluma Montblanc. “Ni la tinta me dieron. Uns garrepes”, exclamó. Conoció a la que sería su mujer, Merche, una maña con algunas ínfulas de clase y muy exigente en lo relativo a la moral. Lo que llamaríamos una fachilla de la época, imbuida de Pilarica y academia militar de Zaragoza. Una buena mujer, pero poco curiosa. Teles acaso vio en ella una posibilidad de ascenso social (su suegro era también agente comercial de ropa y ya se hacía viejo para mantener a todos los clientes catalanes). Merche quizás vio en él la ocasión de evitar la soltería. Por aquellos días se estaba terminando de construir el barrio de las Viviendas del Congreso Eucarístico, un invento de los curas y de algunos constructores para dar salida a una especie de experimento social; juntar a inmigrantes católicos poco conflictivos y a los subalternos de los mandamases municipales con los ocho apellidos catalanes. En nuestro bloque, vivía el chófer de Fecsa, un técnico de no sé qué empresa municipal, el cajero de una entidad de ahorros, un guardia urbano, gente así. Todo iba por concurso y mérito, pero Merche tenía una buena amiga en la oficina de reparto y los coló. “Para eso sirve la moral”, decía Teles, “sólo se hace uso de ella cuando conviene”.

Nunca lo conocimos asustado hasta que se hizo viejo. Cuentan que una noche, unos amigos le quisieron gastar una broma pesada durante unas vacaciones campestres: enviaron a alguien a esconderse en un cementerio por el que Teles pasaba a menudo. Cuando se levantó el agazapado para darle el mortal susto, Teles dijo impertérrito: “Pepe, ¿qué coño haces ahí?”. De mayor, ya fue otra cosa; vivió con la congoja instalada en el estómago. Se convirtió en otro hombre, agarrado a la mano de Merche durante largos años, demasiados. Dejó de ser estoico. Normal. Los últimos años fueron una bola extra intolerable.

Muchos domingos nos reuníamos con la familia en los descampados de los arrabales de Barcelona, siempre junto a autopistas y carreteras. Se abrían los capós y salían de ellos mesas y sillas plegables, lonas de plástico, fiambreras, neveras de mano, radiocasetes, balones de fútbol y un chiquillerío infinito que después a duras penas se podía volver a meter en los coches. En aquellos días vimos que Teles era un delantero frustrado. Tenía un regate infalible. El pequeño Kempes le llamaban sus hermanos.

Su fuerza ética, que no moral -que aborrecía-, era sustantiva. Un día lo atracaron a la puerta de casa, le robaron lo que llevaba y le dislocaron el hombro. Mientras le tomaban declaración, le preguntaron por los rasgos físicos del agresor. Respondió que tenía la nariz y los labios grandes. El policía le preguntó si era negro. Al decir que sí, le recriminó: “Joder, ¿por qué no me lo ha dicho desde el principio?”. Y mi padre, doy fe, le contestó: “¡Y qué importancia tiene eso! Como si los blancos no me robasen también”. Era así, un grande de España.

De lo único que se arrepintió fue de votar dos veces a Pujol, “ese engañabobos”, decía.

Le pirraba la montaña. No había excursión a la que no se apuntara.

Un día trajo un tocadiscos. Estábamos que nos salíamos. El primer disco que entró en casa fue “Made in Europe”, de Deep Purple. Fue poner “Burn”, el tema de entrada, y se produjo un incendio en los oídos de Teles tras escucharla a todo volumen durante una semana. Él había traído el cacharro pensando más en Bach o algo así. Fue la primera y única bofetada que me llevé. Se arrepintió mucho y entendió que el proceso de aprendizaje filio paternal iba a tomar una dirección distinta a la prevista. Serían los hijos quienes educarían a sus padres, como así fue en gran medida. Estudió rápido. Llegó incluso a comprender por qué “British Steel”, de Judas Priest, era un canon de la música del siglo XX. Llegó hasta tolerar que mi hermano votara a partidos abertzales. La idea de que todo era posible si se analizaba por qué era posible fue su principal lección, la de él a nosotros y la de nosotros hacia él. Simplemente que ello pudiera ocurrir en casa hacía de Teles una fuente de inspiración. Los padres de nuestros amigos no eran cómo él, tenían más glamour, más dinero, mejores vacaciones, pero no eran como él. Un día alguien dijo en la mesa: “Papá, ¿por qué no vamos a París o a Roma en verano? ¿Es que somos pobres?”. “No, y si lo fuéramos, recordad que somos millones. Que nadie os diga que la pobreza es una condición individual, es colectiva. Es la trampa más vieja que hay: Hacer culpable a alguien de su miseria”. Naturalmente, lo primero que se nos vino a la cabeza era la guillotina. Pero Teles no estaba por ninguna revolución. Pocos niños de la guerra lo están. Siempre decía: “Sólo se trata de ser justo”.

Cuántas cosas puede uno contar de un hombre insignificante. Cuántas historias de esa tropa humana que nunca se hace oír, pero que resultan ser el ruido de fondo. Un día me dijo: “Oye, no por mucho leer se es menos gilipollas”. Esa frase ha retumbado en mi cabeza como un trueno, siempre. He leído mucho y he escrito mucho. Pero nunca he podido engañar a Teles. Su baremo para conocer si sus hijos habían merecido la pena era saber si habían sido justos. Ya nunca se lo podremos preguntar. Y a mi me queda aún media vida para preguntármelo, como un trueno que no cesará.

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BIENNAL 2064

“Biennal 2064” és una exposició sobre els oracles en l’era de la intel·ligència artificial.

Si els dispositius digitals acumulen tantes dades és per projectar tota mena de pronòstics de futur. És la funció dels algoritmes, que han pres el relleu dels antics oracles. Els nous auguris, però, tenen tots els punts per complir-se: quan prediuen el futur, descarten del present tot allò que no el fa possible. Alhora, editen el passat per ajustar-lo a la predicció que han fet.

Això té lloc ara mateix, i ens permet veure què passa amb la memòria en un règim de dades revolucionari en el qual les imatges dipositàries de la vida s’han fet vidents i diuen coses que no sabem.

Us presentem algunes d’aquestes noves sibil·les. En consultar-les sobre la passada Biennal 2064, el gran esdeveniment de l’art immersiu, van acabar parlant d’obres oblidades, de sinergies marginals, de visions “descartades” al llarg de quaranta anys.

Són esquerdes, com les accions de Kriska Li als anys trenta, els fets de la sonda Voyager, l’anarcronisme, els corrents psíquics dels quaranta, els AIconòstasics… experiments destinats a malmetre l’auguri, a interrompre la predicció, a desertar del futur.

“No hi ha res inevitable, el temps no existeix. És l’ull que ho aplega tot al davant”, diu la vident, flipada.

Una recerca de Roc Albalat, Clara Boj i Diego Díaz, María Cañas, Col·lectiu Estampa, Núria Giménez Lorang, Jorge Luis Marzo, Júlia Montilla, Àngela Novo, Roc Parés, Arturo fito Rodríguez.

Del 3 de juny al 25 de setembre de 2022.
Inauguració, divendres 3 de juny a les 19h Bòlit_LaRambla i Bòlit_PouRodó.

Una coproducció de Bòlit, Centre d’Art Contemporani de Girona, La Virreina Centre de la Imatge de Barcelona i el Centre de Cultura Contemporània del Carme de València.

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the sound of modern dispair

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Russki, cagaos, aquí ya hemos bajado un grado el termostato

La URSS, el experimento social más influyente y duradero de la era moderna, no podía liquidarse como si nada en el McDonald’s de la Plaza Pushkin de Moscú. Y ahí está la guerra. No sé nada de los tejemanejes que se traen europeos y americanos, que no deben ser pocos, porque hace décadas que llevan matando a peña y dando por saco y no les pasa nada. Gorda debe estar cayendo, porque nos piden bajar un grado el termostato. Grande Borrell. Pero sí sé que esto de los rusos no va bien. De los imperios orcos nunca sale nada bueno. Miren España. La derrota de los alemanes en 1918, y el cuento de la puñalada en la espalda, me suena igual que el rollo este de Putin de ver el fin de la URSS como una tragedia indispensable. Huele feo. Fueron 74 años «juntos» y todo eso. O sea, ponte a un lado, que el sentimiento es muy fuerte, al estilo Mazinger. En fin, lo que quiero decir es que las crisis sólo beben de otras crisis: lo leí el otro día en un manual médico de esos que hay tantos hoy. Se ve que Putin es la historia de un hipocondríaco en la era de la covid-19. También es mala suerte para todos. Como Hitler con sus acuarelas. En serio, el pobre lo ha pasado fatal. Muy pocos colegas al lado, todos supervacunados o en el otro lado de la mesa y mucha pantalla. A ver, es un tipo del KGB, un cosaco alfa que no parpadea cuando te aplica el detector de mentiras en el fondo del calabozo. Pues lo del virus lo ha dejado muy chafado, con todos los proyectos que tenía y que hoy conocemos, y que en resumen es dar por saco. Por su parte, los ucranianos, que están ahora mismo muy jodidos, también estaban de mierda hasta arriba antes de que esto empezara. La corrupción y las mafias gobiernan allí. Y no van de guante blanco, como aquí. En algunas cosas ya se parece a México. Ahora Europa les dice que entrarán en el club un día de estos, cuando todo el bar del segundo piso está atestado de rusos con pasta que viven en Londongrad. Pues eso, que no pinta bien, y que los anuncios ya hablan de bombas hiperventiladas y guerra química. Ah, y de las zonas de exclusión aérea, que parece que lo hagan a posta, con todos los negros haciendo cola en la frontera exterior mientras los blancos son rescatados. Mentir a toda madre, mentir para que te apartes, sin saber quien es quien ni poder decidir de qué lado estás. Por consiguiente, camaradas, dejen de tocar las pelotas, que llueve sobre mojado desde hace ya mucho y los incendios ya solo se apagan por la mierda que cae. Ahora que me iba a quitar la mascarilla. Bueno pues… Russki, go fuck yourself. Aquí ya hemos bajado un grado. 

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LA CORBA

Un reportatge sobre l’ús de les gràfiques en la gestió de la pandèmia de la covid-19.
Direcció: Jorge Luis Marzo & Fèlix Pérez-Hita
Càmera i so: Andrea Pérez-Hita
Producció: Montse Pujol
Amb la participació de: Màrius Boada, Lorena Elvira, Albert Carles, Clara Prats, Manel Medina, Cristina Rovira, Israel Rodríguez Giralt, Anna Llupià.
Aquest projecte ha comptat amb el suport de les beques «Premis Barcelona 2020» de l’Ajuntament de Barcelona.

Versió subtitulada a l’anglès:

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El botón del pánico

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Biennal 2064

Dimecres 17 i dijous 18 de novembre, de 19 a 21 h

-> Reserva d’entrades

Els efectes de la passada Biennal 2064 en el món de l’art han estat profunds. El triomf de The App va ser per primera vegada qüestionat en desvetllar-se les primeres esquerdes del model curatorial i expositiu d’estructura algorísmica descentralitzada. En aquella edició, el mateix sistema de selecció i disseny curatorial va fer la primera autocrítica del seu treball i va deixar entreveure la necessitat de recuperar algunes pràctiques artístiques relacionades amb certs teixits creatius locals i de resistència política (el que Ángela Novo anomena «descarts») que havien estat inspiradors per al sistema de l’art a partir de la dècada de 2030.

Es podria dir que aquella petita ferida, enunciada com a mera anècdota pel mateix sistema curatorial, va posar sobre la taula l’existència ombrívola de certes metodologies de treball de voluntat historiogràfica que havien passat desapercebudes i que articulen un contramodel que permet traçar nous mapes i narratives de les singularitats artisticoculturals del període esmentat. D’aquesta manera van sorgir diferents iniciatives amb la intenció d’analitzar els processos creatius enfosquits pel sistema tecnocuratorial i així recuperar propostes divergents en zones comunicativament enfosquides o situades en els marges de la disciplinada maquinària de l’art. L’anàlisi d’aquests projectes i treballs, de la seva conformació i polítiques expositives, així com la recuperació d’alguns importants «descarts», constitueixen l’eix central d’aquestes jornades.

Aquestes conferències són un avançament del projecte expositiu homònim, actualment en producció, que tindrà lloc el 2022 (Bòlit, Girona; La Virreina Centre de la Imatge, Barcelona).

La dissertació anirà a càrrec de R. Albalat, A. fito Rodríguez i J.L. Marzo, membres del col·lectiu Ángela Novo.

Aquestes conferències s’emmarquen en la programació del Festival Panoràmic 2021, impulsat per Roca Umbert Fàbrica de les Arts (Granollers), i dedicat en aquesta edició a l’exploració de la incertesa, l’atzar i la predicció.

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Mutualize the present

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The Girl Chewing Gum, 1976 (John Smith)

Gràcies a Estampa pel passi. De fet, van ser ells qui van dur el John Smith a Barcelona fa uns anys.

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